La música inesperada y transparente de Napoleón Solo cruza esta noche Puertatierra, la estatua de Gades se hará unos tirabuzones, o unas mechas si acaso, al ritmo de la peculiar banda granadina, que con sólo unas canciones de vida ha causado conmoción y dividido a la afición por sus maneras y gustos. Del "Será maravilloso", su primer epé, a "Napoleón Solo en la ópera", su disco largo de debut, pop poderoso y juguetón, guitarrazos de pasión, falsetes imprevistos en lo alto de la colina, psicodelia sui generis, recuerdos de los sesenta y arreglos orquestales, sin olvidar el órgano hammond para tocar la fibra sensible de la gente. Y bastante descaro. En directo se la juegan. Evolucionan a cada paso, y ya tienen dos montañas de aduladores y detractores, según se mire, que gastan hipérboles y adjetivos morrocotudos para definir lo indefinible. Napoleón se deja querer u odiar, como los mismísimos Bonaparte, aunque su figura proviene de un personaje crecido al abrigo de una serie televisiva de espías, no del susodicho Bicentenario.
Alonso Díaz y compañía no superan los veintisiete años, savia nueva para el viejo negocio y voces agudas intempestivas llamando la atención del personal, acostumbrado a estrenar universos de usar y tirar. Comparan a Napoleon con unos Planetas menos distorsionados o unos Dorian en pepitoria. El grupo, capaz de escandalizar en estos tiempos, lo mismo canta a Lolaila Carmona que se desvive por reinventar sonidos y estructuras, capas de sonido y golpes de efecto consecutivos; el enigma de su verdadera personalidad y de su potencial en directo se desvelará esta noche en la sala Supersonic, a la vera del mar, en la esquina del viento, donde la afición pondrá a examen tal repertorio, quién sabe cómo sonarán estas canciones sin aditivos ni colorantes. Muy agudo, Napoleón.
Abril 10, Cultura, Diario de Cádiz
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