"Vivir para cantarlo", más de dos horas y media de relato emocional a cargo del autor, contiene "canciones muy escuchadas, muy radiadas en estos años y a veces tocadas por otra gente de diversa manera. Durante la gira he comprobado que con este tipo de formatos siempre está pasando algo, lo notas, y hasta que no lo pruebas no lo sabes. Los primeros conciertos fueron de tanteo, a ver cómo funcionaban y encajaban los temas, y ahora va la cosa como la seda". Los cuatro conciertos de Madrid fueron grabados para su edición en disco, con su correspondiente documental en torno a la gira, reconvertida en "fiesta, celebración, estimulante momento que no vivía desde hace tiempo". Diez años sin cantar solo, Víctor Manuel acústico y cercano, intimista y con arreglos para la ocasión, una linda manera de "asomarte de nuevo a las canciones, un descubrimiento en estado puro. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto", confiesa antes de mostrar su opinión acerca de algunos asuntos de actualidad. Víctor Manuel se sincera ante el diván hertziano, dejando su timidez en el recibidor, y habla de las entrevistas que concede estos días, la superficialidad del planeta, en manos de becarios y de "políticos desteñidos", y advierte a la concurrencia que esta noche, en el Falla, apenas disertará sobre política. "Las canciones llevan el mensaje en su interior, y además ocurren detalles curiosos. Cuando hablo de Cobarde, un tema que escribí en el 67, una noche se meaban de risa al escuchar la palabra censura. Andamos un poco desmemoriados en este país, y si tú demuestras que tienes la memoria fertilizada te miran como si vinieras de otro mundo".
A vueltas con una definición de Almudena Grandes, quien considera que este país se ha convertido en un rincón de nuevos ricos amargados, Víctor Manuel asiente y añade que "desde hace años se nota un cabreo general, se percibe mucho más en Madrid que en Cádiz o Barcelona. En Madrid se junta la constelación de fachas más numerosa del planeta, gente que no deja vivir a los demás; se viven guerras de guerrillas a diario, maldito sea ese perfil de nuevos ricos, no nos acordamos de las maletas con cordeles que arrastrábamos por medio mundo". Y elucubra alrededor de la intransigencia de hoy, por no llamarla de otra forma: "La frutera de mi barrio solía quitar el rótulo a los espárragos porque venían de Perú, una cosa muy rara".
Víctor recurre al "caldillo de Madrid", el caldo de cultivo del extremismo actual, puro veneno, sálvese quien pueda. "Hoy se escuchan cosas increíbles en la tele, en la radio, en la calle. Hasta el Papa está quejoso con la pederastia", ironiza. Y el artista, en cambio, siente en sus carnes el rechazo del "otro bando" con menor fiereza que antaño. "Debe ser que me ven mejor, pero no hay que bajar la guardia, aquí se desata un ataque brutal cuando menos te lo esperas. La verdad es que ya me resbalan muchas cosas en esta vida, pero aquí ocurren cosas incomprensibles. Pretenden achantarte, quieren que recules, no te permiten que tomes postura, por ejemplo acerca de la guerra, mientras que aplauden a George Clooney, que en su país hace lo mismo".
Maniobras envolventes en la oscuridad. Víctor continúa en el plantel de diablos rojos, pero ya no lo sitúan en primera línea de odiados hispanos, ui figura, que antaño provocaba tantos cariños como recelos, en la dual piel de toro, ha sido suplantada por otros nombres. Con sólo nombrar a Bardem, Sabina, los poetas, los artistas de la izquierda, surgen los bajos instintos. Ahora le toca a Garzón, pero con más veras. "Quieren quitárselo de en medio, está claro. Ahora se trata de meter papeles en el juzgado a la hora en que resulten más propicios", dos varas de medir, varias balanzas, dos o tres esquinas y un peligro enorme. "Garzón les hacía mucha gracia cuando daba caña al Psoe o el día que dio con la puerta en las narices a Felipe. Pudo investigar a Videla, a Pinochet, pero con Franco hemos topado. Increíble, pero cierto. El PP, de hecho, nunca ha condenado el franquismo, sufrimos una derecha irreductible. Pero intentamos dar lecciones a otros. Pinochet convocó un referéndum, lo perdió y abandonó el poder. Yo estuve cantando en esa campaña en Santiago. Franco se murió en la cama. Aquellas elecciones, cuando los chilenos echaron a Pinochet, fueron una de las primeras, y de las únicas, que he ganado en mi vida. Yo voy casi siempre con el caballo perdedor. Como me dijeron mis amigos de Intillimani, desde entonces tengo dos patrias en el corazón".
Próxima estación, Cuba. La erre de la revolución, la ese de Silvio Rodríguez, el juglar que parece desmarcarse de Fidel en sus últimas canciones y declaraciones. Algo está cambiando. Víctor Manuel acaba de suscribir un manifesto exigiendo el cambio en Cuba. "Ya en 2003 protestamos por la detención de 75 disidentes, entre ellos Fariñas, y desde Cuba, entre ellos Silvio, contestaron que estábamos equivocados. En Cuba se acumulan los problemas heredados, ya son demasiados años en el poder, el país ha empobrecido de forma alarmante, aunque hay que calibrar que la UE tose a Cuba pero aplaude a China. Ambos parecen indefendibles hoy en día. Valoramos los avances en sanidad y educación, pero el resto de asuntos se han descosido. Pablo Milanés se siente más libre ahora, lejos de Cuba. Y percibo que Silvio ha escrito lo de la erre de la revolución por algún cabreo personal. Luego aparecen los hermanitos y todos callan". Víctor considera que "los cambios tienen que venir desde dentro, ya están pasando cosas; se trata, simplemente, de que la gente viva mejor. Desde la caída del Muro de Berlín, el consumo se fue al garete en la isla".
La charla deriva en la industria audiovisual que tan bien conoce Víctor Manuel, productor discográfico y cinematográfico entre otros menesteres. El artista atribuye a las empresas de telefonía la actual situación de piratería musical, lamenta las escasas oportunidades que se brinda a los jóvenes, "que ya tienen incluso que pagar por actuar en directo", y subraya que "se ha roto algo, la industria, desconcertada, sólo actúa con despidos, llegó la precariedad al sector, los músicos, gente con mucho talento, se han quedado en artistas para los fines de semana. Se escucha más música que nunca pero una generación entera cree que todo sale gratis". No hay más que ver los anuncios que vinculan teléfonos con canciones. "En Inglaterra o Francia no permiten esa publicidad tan perniciosa".
Víctor Manuel no canta en Cádiz desde el siglo pasado. "Diez o doce años, fue en el Pemán". Pero recuerda con agrado numerosas noches en la Bahía tras sus conciertos con Ana Belén o sus amigos Serrat y Miguel Ríos, con quienes ha escrito, compartido y vivido canciones y momentos para cantarlos y contarlos. Hoy, solo ante el peligro, Víctor Manuel y la memoria.
Abril 10, Cultura, Diario de Cádiz
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