lunes, 25 de enero de 2010

Subversión versus subvención

Hogar, agridulce hogar. Otra cura de humildad para el homosapiens ibérico, reconvertido en amo de casa. Produce un poco de vergüenza que aún estemos cantando que "no es menos hombre el que coge la escoba o se pone a fregar". El hombre lo está pasando fatal, oiga. Sobre todo el Rey de la casa común, el monarca, tan afectado por la crisis. Los Pelapapas instan al señor a que no se prive de ná, pero sin olvidar que es el mantenido del pueblo, que no merece pagar sus excesos. La primera, en la frente. Luego, los Caracartón endiñan otra crítica real, y la gente aplaude a rabiar, qué cosa más rara, con la de gente "juancarlista" que hay en Cádiz. La prima y el borbón, la voz de su amo, los quitatelarañas al poder y el cuerpo de casa. Los Bocuboys, que si no se mueven mucho saldrán en la foto con la jartible ministra de Igual Da Una Cosa que Otra, lo bordan con buenos golpes bien currados, no como las chirigotas directamente importadas del libro de los 1001 chistes. Musha grasia. Pa gracia la del premio de calidad a la playa de la Derrota, galardón medioambientá a la barbacoa mundial, puro Carnavá ofisiá. Tiene premio la cosa. manda narices la revolución social del centrifugado.
Un abismo media entre la subversión y la subvención, aunque en Cádiz los extremeños se tocan y todo se transforma, va a caer hasta la Tribuna del Carranza, lo saben hasta los viejos del lugar. La mayoría nada silenciosa que supuestamente adora a doña Teo. Pues no todos. Los chirigoteros de la calle Zaragoza acusan a Ella de tener tó Cádiz levantao y tol mundo parao, literalmente. "Como Teófila no es gaditana, hace con los gaditanos lo que le da la gana", riman del tirón. Juventud sin futuro que ya no encuentra tierras prometidas ni en Castellón, mientras Ella "tira el dinero en conciertos en la playa", 400.000 euros en el último verano, y otra rima obrera y tiesa con María Arteaga, señora de la caridad, ahora llamada solidaridad. "Cádiz, ciudad de la sonrisa y del engaño".
Otra alcaldesa, la de Jerez, en este caso sociata, se lleva un par de cosquis de refilón en el repertorio de los Caracartón, gran título para una agrupación sosopolítica o así. A la alcaldesa deluxe de Jeré le vienen con guasa por sus elevadas aspiraciones, puente aéreo con Trebujena, y culmina la copla con cierto cachondeíto futbolístico, ya está aquí don Víctor Espárrago, y con él, el espíritu de Chapín. Menos mal, vuelve la rivalidad, la salsa, el boogie, la cumbia, la bronca, el mal ajeno, al carajo el buen rollo y el falserío dermohistérico o interesao. Nos vemos en la calle. Allí se verá al sublevao y al subvencionao.
Golpeando las puertas del Falla, como por arte de birlibirloque comienzan a sonar coplas sobre la calidad, la cantidad, y el eterno dilema contra la libertad de expresión y de impresión. El derecho a cantar y el derecho a callar. El cortinaje salvaje y el respeto mutuo. En el foro abierto del Falla se habla cada noche de todo un poco, cada uno lleva su razón, más quisieran algunos callar la boca a los inoportunos, inconvenientes, insablubres e inequívocos representantes de sí mismos. ¿Moralla en el Falla? ¿No lo sabe ya? ¿Y la morralla que nos venden en el mundo exterior en ofertas de tres por uno? ¿Y los bochornosos espectáculos mediáticos de aquí y acullá? El show de Haití, sin ir más lejos, nueva hoguera de la vanidad del caritativo hipócrita homosapiens occidental, el telemaratón del yoísmo. El Fallasapiens, en cambio, canta y llora por pura necesidad metafísica. Está la cosa muy mal. Compro oro.

Enero 10, Carnaval, Diario de Cádiz

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