domingo, 13 de julio de 2008

Aquel verano


Desperté del largo y agridulce sueño. ¡Que viene Dylan a Jerez! ¿Otra vez? ¿Pero ya cantó? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo estuvo? Me lo perdí, maldita sea.
Tras otro cabezazo, la siesta de la modorra del verano del Ocho, no se sabe en qué preciso momento de estos días quietos regresé al mundo de las certezas y las sombras y no supe qué decir. Siempre me ocurre lo mismo: cada concierto de Dylan me sume en una extraña fase de "me importa un carajo todo", combinada con la melancolía del adiós, la inquietud por el futuro de hoy y miles de dudas. El arte de la confusión, un poquito de caos nunca viene mal, pero cada experiencia con el juglar de Minnesota me produce síntomas más preocupantes. No sé quién soy, ¿seré acaso mi hermano?, ni por supuesto de dónde provengo, código postal nada versus nada, y no hay manera de quitarme esta cruel felicidad de encima. La gente me para por la calle, quizá porque llevo un signo de interrogación clavado en el pecho, y me pregunta: ¿Cómo estuvo Bob? ¿Bien, no? Ni puta idea. Que me dejes ...
El trance duró siglos, infinitos granos de arena cayeron por su propio peso entre canciones presentidas, adivinas adivinanzas, la vida alrededor de la inagotable obra de Dylan. La otra noche intenté relatar mis ocho conciertos de Bob, pero me resultó imposible, aún no he asimilado el de Jerez, a quince minutos de casa. En realidad aún no he digerido el primero, Vallecas, junio del 84, ni el dichoso y sensacional instante en que descubrí su música gateando en la discoteca de mi padre. Los ídolos de mi padre, agárrate María, son Frank Sinatra y Miles Davis, un par de prendas que también se las traían. La Voz, por siempre, mostró el camino. Y la Trompeta, el genio de Saint Louis, revolucionario del jazz, nunca hallará parangón. (Sus fanáticos se ríen de las presuntas excentricidades de otros mitos, como el propio Dylan. Este plumilla, por ejemplo, vio con sus propios ojos, en un par de ocasiones memorables, cómo Davis tocaba de espaldas al público, a veces con monosílabos y en otras con cascadas de sonidos de otro mundo, pimplándose un whisky tras otro, dando juego a sus músicos ...).
Dylan sigue vivo y creando, actuando, poniéndose a tiro de su propia rebeldía y de la opinión oscilante de sus fieles. No puedo negar que mi vida ha caminado paralela a la obra de Dylan, mejor no mencionar hitos personales coincidentes con conciertos, discos y etapas de la carrera del amigo pero desconocido Bob. Da vergüenza hablar de uno mismo, aunque sea jugando en casa. Pero estos días, igual que en anteriores oportunidades dylanianas, los planetas han hecho cosas raras, conjunciones y descoyuntamientos a tropel, y ayer como hoy, se precipitaron acontecimientos paradójicos, incongruencias varias, lindas y horrendas contradicciones, una combinación de sucesos dispares, algo así como un concierto de Dylan, pura exhibición de arte accidental. Antes, durante y después del 8-J hubo canciones hermosas, sorpresas chungas, decepciones, alegrías de sentirse querido, momentos inolvidables, castañazos del ser humano, encuentros inesperados, más encuentros inesperados, música para el alma. Y la mujer de mi vida.
El viejo Dylan de hoy pugna contra sí mismo, como el del 89 o el del 93, pero con más veras. El cantante se rebela contra su propio repertorio, una hermosa lucha entre pares que siempre deja un regusto raro entre quienes conocemos al tipo, o no.
Yo quería que tocase los blues de Memphis, se hartó de tocar rhytmn blues pero no sonó el Stuck Inside of Mobile, ni pudimos pasear por la avenida de la Desolación de la mano de Just Like a Woman, pero al menos recibimos el recado del artista con agrado, si la ves, dile hola, y la buscamos por el País del Norte en el corazón del Sur.
Ya publiquéí crónicas acerca de sus conciertos en Mérida 93 y Málaga 99, y en la memoria guardo fiascos como el de Sevilla 91, el vértigo de Mádrid 89 o la fiesta de Madrid 95, pero escribir sobre Dylan en Jerez me ha dejado muy tocado, en todos los términos posibles del término. Dylan y periodismo no casan para mí. Dylan y poesía, sí. Pasé noches en busca de nuevas palabras, me salió mejor el antes y el después que el mientras tanto, aluciné como un pepinillo en vinagre pero también sufrí "busho". ahí quedó. Nunca quedaré contento del todo de nada, ni de los conciertos, que asumo casi como propios en un acto de bendita locura, ni de los artículos, que entrego como ajenos al tiempo forzoso, ni del vacío que deja el silencio no deseado, ni siquiera de cada momento en que sonaban las canciones de todos y de nadie. Imagino que los dylanitas que se precien sueñan despiertos con la obra maestra por venir, con la noche perfecta, y son felices gracias a la duda y a la imperfección.
Ahora recuento letras y ritmos, discos y libros, fotos y sensaciones, la emoción que Dylan es capaz de transmitir a pesar de los pesares.
Sin tiempo para pensar, estos días vienen a España tres voces, tres personalidades musicales de categoría: Tom Waits, Bruce Springsteen y Lou Reed. Rocanrol animal. Luego, pa desintoxicarse del atracón de música verdadera, lo mejor será subir a Castellar de la Frontera para ver, nada más y nada menos, que a Georgie Dann. La barbacoa, la barbacoa ...

4 comentarios:

Ignacio Lobo dijo...

...y dentro de poquito otro grandísimo maestro...Caetano Veloso.
La verdad es que el verano viene cargadito. Yo creo que ese concierto tiene mimbres para ser apoteósico. A ver con qué nos encontramos...

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Es cierto, Ignacio !!! Puede ser una de las noches más hermosas del verano, se me olvidó el Veloso, es que llevo unos días mu rockero y no me fijo en ná. Caetano vendrá con la guitarrita y la voz a pintar de mil colores el verano gaditano, nos vemos, un abrazooo

El Tajaíta dijo...

Desde los que antaño fueron dominios del Prevaricador de las Viñas, nos gustaría demandar a quien corresponda una actuación de Chamaco, Kilimaco y el tío de la Bultaco. Si puede seer.

Enrique Alcina Echeverría dijo...

Y Panete también ;)
saludos !!