La vida no sigue igual. Está mucho más cara. La economía de Julio anda mejor que la de agosto, sobre todo tras el cable echado por el Ayuntamiento portuense, con la compra y regalo masivo de localidades, para que la plaza de toros registrase una entrada de postín. Maldita la gracia que hará a los paganinis que desembolsaron más de cien euracos. Unos siete mil espectadores se dejaron llevar por las dotes de seducción y la capacidad de transmitir emociones que Julio Iglesias mantiene y que ofreció a cuentagotas, con ciertos altibajos, acaso reflejos de la misma carrera del cantante. Cuarenta años de Julio, una noche "deluxe" a la salud del gran Manuel Alejandro.
Otro acto social. Perfumes de gala. Punta en blanco para la ocasión. Como todavía hay clases, la organización dividió al personal por precios y mandó a la prensa a la grada, maltratando a los fotógrafos de mala manera, que hubieron de conformarse con el lado bueno del artista desde la lejanía y durante dos temas. Luego, a la calle. Mientras marcaban estrechamente a los reporteros, todo el mundo haciendo fotos con sus artilugios japoneses.
Primera sensación de la velada: entrada triunfal de Miranda, la mujer de Julio, la primera dama con todos los churumbeles. Signos de admiración. Todo el mundo pendiente de los mortales que apoquinaron 300 euros. Abajo, servicios ambulantes nada glamurosos, qué poca intimidad para tanta desmesura de belleza y tronío. Afuera, como la tarde de José Tomás, cientos de gentes viendo la vida pasar. Adentro, de pronto, película de autopropaganda municipal descarada, contraprestación nada disimulada. Lamentable juego político popular. Como el nodo de antaño.
Chaqueta azul marino cruzada, la manita lacia, ocho músicos y tres vocalistas, buen sonido y "Quijote" para comenzar. Julio se declaró bohemio, soñador, promotor inmobiliario … y cuando pronunció la palabra mágica, "Esssspaña", se cae la plaza, que al parecer estaba llena de españoles. "Mi querida Essspaña", balbuceó el artista exiliado fiscal. Y a renglón seguido dio algunas de las claves del concierto. "Ay, Puerto de Santa María, cómo pasan los años. Hoy posiblemente sea la noche más especial de mi vida en mi país". Varias canciones más tarde confesó que se trataba de la primera ocasión que sus niñas chicas iban a verle actuar.
La gente, volcada. Karaoke mundial. La languidez y la melancolía se daban la mano con la fiesta de La Gota Fría de Carlos Vives y algunas piezas estilo Las Vegas. "Cuarenta años cantando a vuestros abuelos, a vuestros padres, a tantas gentes. Corazón, alma, generosidad, fidelidad", filosofó el artista antes de cargarse vilmente el tango Corrientes 348, más que a media luz, a media voz. Luego, rancheras allá en el otro mundo y la oda a la morriña, el Canto a Galicia que le hizo grande en América. Lento, como un chicle, el tema edulcoró la noche antes de las consabidas referencias a los discos de Iglesias en inglés. "All of you", que cantase junto a Diana Ross, tuvo un pase, pero "Can’t help falling in love with you" dio un poquito de vergüenza ajena, gran osadía emular a Elvis con esa voz. Cuidado, Julio nunca atesoró una gran voz, pero sigue vigente su buen gusto, esa cadencia, algo inusual que las vuelve locas. Algo tendrá. Lástima esas poses histriónicas. Cuando se muestra sencillo y sincero, alimenta el mito. "De niña a mujer", la pieza que reinventó para sus nuevas niñitas, fue fiel demostración. La bordó, la susurró, y sedujo al público de modo rotundo. No sin antes rendir tributo a Manuel Alejandro, "el compositor más grande que ha dado esta tierra, nacido en esta tierra", desgranando "Manuela", su éxito de 1974. Sensacional. Amor subyugado. Decálogo del amor según Manuel Alejandro, metáforas magistrales y más recuerdos del ayer. El truhán y el señor a quien le molan las mujeres y el vino encontraría hoy reticencias de la ministra miembra de Igual Da y de Alcohólicos Anónimos, pero tampoco es para ponerse así. La gente, crazy, crazy, me va, me va, hey, no vayas presumiendo por ahí y que no se rompa la noche de cielo estrellado. Popurrit de ayer y de hoy, en su caso el ayer fue mejor, Julio ya no fue el mismo cuando se lanzó a la consagración mundial. El público de anoche lo pasó en grande con las piezas de los setenta y ochenta, y quizá no tanto con el resto. Hora y media amortizada con creces por la persona que agarró al vuelo la chaqueta "tó sudá" del artista hispano que más discos ha vendido en la historia. Faltaron "Gwendolyne" y "La vida sigue igual", las composiciones que levantaron el vuelo de aquel espigado aspirante a portero del Madrid que se trajinó a media España hasta convertirse en leyenda. Fin de fiesta: "Manuel Alejandro, que Dios le bendiga".
Agosto 08, Verano (Diario de Cádiz)
La foto es de Fito Carreto
miércoles, 20 de agosto de 2008
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