Suave, pero incisiva. Voz de niña mala. Si ahora se estila la mujer a solas con sus canciones desnudas, el folk con aristas y las historias aparentemente sencillas, aquí está la chica salvaje para quebrar un par de esquemas más. Rickie Lee Jones, muy suya en La Bomba, aulario del silencio imposible y de las lindas paradojas. "Está muy feliz en Cádiz", confiesa ella en tercera persona de singular cantante, como si hablase de otra para iniciar su gira hispana. Único concierto gratuito, por cierto. No se llena el patio ni con invitaciones, pero acuden buenos aficionados de toda clase y condición. Hay gente, no obstante, que no lo agradece, gente sin respeto, ya talludita y con presunta cultura, que cuchichea durante todo el concierto. Parlotea de espaldas al escenario y luego aplaude. Ella se mosquea y mira fijamente a la cara al hombre del desprecio. Armónicas, contrabajo eléctrico, teclados, la guitarra para matar al olvido, un blues para ir tirando y esa encantadora pose despreocupada y libre que mantiene la artista a treinta años vista de su debut. Acostumbrada al "fly away" desde jovencita, Rickie sube y baja, apura la tensión dramática del recital, da instrucciones a los músicos, se indigna con algunas cuestiones, tiñe de osucro su voz, juega con las palabras, se le entiende todo, canta una pieza de su padre, del 55. Habla de sus padres, gran familia de artistas, también muy suya, y de su hija, aficionada a la música de baile. Habla del mundo, recita cositas contra Bush, canta como distante o distraída, se acerca y se separa del micro como quien lo hace de la vida rutinaria, todo muy improvisado y muy estudiado a la par. Viejos trucos de artista beatnik. El trío improvisa y se deja mecer por los tiempos, los músicos siguen a su jefa como pueden, con notable destreza, mientras la diva de Chicago canta despacito, suave, con un punto mágico al alcance de quienes ponen atención y prestan su interés. Los charlatanes, que se equivocaron de función y de señora, no se enteran. Rickie Lee recuerda a Joni Mitchell o Neil Young en algunos pasajes, e incluso a los primeros discos de Bruce Springsteen, cuando lucía banda multicolor. Pero también se advierten en el repertorio de la dama bohemia su influjo sobre cantantes contemporáneas, tales como Sam Phillips o Rosie Thomas. Pionera, revolucionaria de veras, una figura con genio. Corre el riesgo de sumir en el sopor a los menos despiertos, pero cuando agarra la inspiración no la suelta e hipnotiza literalmente al personal. Casi dos horas de música americana en bruto, ahora preciosa, ahora un poquito árida, luego resplandeciente, siempre cautivadora e intensa, con multitud de matices que en otro recinto, un Falla o un Pay Pay, tomarían otros derroteros. Rickie no cae en las garras de su propio mito, ni se recrea en sus discos más celebrados, y desgrana casi enterito su último álbum, destacando "Moon is made of gold", "Bonfire" y "Old enough". Preciosos temas, en la tradición del folk rock norteamericano, aunque con la marca registrada de la cantante, única en su especialidad. Ella interpreta cuatro piezas de su primer disco, de cuando tenía 25 años. "Young blood" alimenta de energía a la audiencia, por ejemplo. No faltan detalles poco conocidos de su discografía, como "Scary chinese movie" o "Nobody knows my name", de discos más recientes. Brillan joyas como "It takes you there", "Running from mercy" y "Tigers", y del archiconocido "Pirates" sólo suenan "Living it up" y "We belong together". Emociones minimalistas, caos ordenado, libre albedrío, una profundidad misteriosa sin límites, lección magistral en noche agradable exenta de humedad y de fantasmas. Rickie, que a veces se mosquea con los músicos, algunos fotógrafos ocasionales, los que nunca debieron salir de casa y el mundo errado, no llega a explotar.
Noviembre 09, Cultura, Diario de Cádiz
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2 comentarios:
Muy bien. En Bilbao parecido...en mi blog verás que te cito porque you tell it so well.Estás enlazado. Adoro la cultura gadita porque tengo un amigo del alma que es como si fuera de allí y desde crio he flipado con vuestro Carnaval , sus historias y los cantes de ida y vuelta.
Cádiz- La Habana- New Orleans: el triángulo mágico de la música.
Un abrazo.
bienvenido, Joserra !! sorpresas que da la vida, si tú eres vasco que adoras Cádiz, yo soy andaluz con sangre vasca, por parte de madre, así que estamos empatados, y además nos gusta el rocanrol y Dylan, qué más queremos ?? ese triángulo mágico es magnífico, nuestros carnavales tienen un poquito de todo, salud !!!
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