Glorioso mano a mano, vendaval de risas de todos los colores, Chiquito y Joaquín Reyes firman tablas en Cádiz y la gente se parte la caja torácica. Humor de fresa y limón. Dos maneras de entender la vida. Y un publiquito travieso, guasón, cariñoso, y también paradójico, que se zampa con fruición las dos horas de espectáculo y participa de lleno en la fiesta del absurdo esdrújulo. Adoración nocturna a Chiquito de la Calzada, bautismo de fuego de Joaquín Reyes, relevo generacional con más veras. Cómicos de primera a la vera del mar. Risas, rayos y truenos, universos paralelos en un mundo aparte, fuera aparte de presuntas crisis de dinero, poder e imaginación. Mucho Chiquito y un gran Reyes. Pa matarse. Incondicionales de ambos, rendidos a las evidencias. La carcajada en doble vía. Soterrada la desazón. Dos buchitos de alegría.
"Bueno, bueno, bueno ..." Típica entrada en tromba de Chiquito. "Cádiz, la mejón tierra del mundo". Reverencias mutuas. "Voy a contar 700 chistes". Guarreridas españolas, hipérboles encantadoras, chistes a quemarropa, físicamente, moralmente intransferibles. La gente ríe con cualquier cosa, una palabra, un gesto, un paseíto, una mirada. Sucesión de golpes. Chiquito todavía respira en pesetas, larga historias ya conocidas, algunas invenciones recientes y todo el repertorio que envuelve al personaje que cambió la manera de hablar de los españolitos. El público pide relatos a la carta, como si pidiera canciones con dedicatoria. "¡El del negro! ¡El del circo!" Chiquito las atrapa al vuelo. Se asoman sus otros yo de manera asombrosa, se arranca por flamenquito, frena en seco para la foto, escucha a sus incondicionales, causa la risa floja, la risa nerviosa, el descojone colectivo, y su humor negro encandila, historias de gordos, viudas, niños desfavorecidos, cuernos, animales, Chiquito en el arca de Noé a la velocidad del rayo, una cosa tremenda y trepidante repleta de recursos y de incisos incisivos. Un ritmo abrasador. Una lago negro, un lago blanco, pasos de baile entre Fred Astaire y Michael Jackson, "uno que llega ..." Chiquito da lo que la gente quiere de él y de su personaje, entre la inocencia y la irreverencia, lo surreal y lo estrambótico. "Hemos cogido 600 metros cuadrados por la carretera". Recuerdos a Camarón. Oles rotundos. El acabóse. Chiquito es Dios.
Tras el "joven telonero", Joaquín Reyes lo tiene complicado. "Si hace años, el hombre del futuro me hubiera dicho que iba a actuar con Chiquito en Cádiz lo hubiese mandado a paseo". "Chiquito es así todo el rato". Perfecta definición del monstruo de la Calzada. El muchacho nuí se enfrenta al cambio climático de la sala y arrebata las entendederas del personal in crescendo, poquito a poco, con micromonólogos y pamplinas de ayer y de hoy, historias comunes del colegio, rimas golfas, recuerdos de la pretecnología y verdades como puños ataviadas con trajes de doble sentido. Charlan unos cuantos tipos irrespetuosos en la barra. "Hay gente que no sabe divertirse de otra forma". Primer toque. Borrasca fluorescente. San Pedro activa los efectos especiales. Joaquín trinca el mando a distancia. "Aquí llueve mucho, ¿no?" Una espectadora un poco pesadita, con ansias de protagonismo, recibe el segundo de la noche al intentar entrar en conversación con el artista. "Esto es un monólogo, la gente no responde, son preguntas retóricas". Y apela a la doble papada de Esperanza Aguirre, y surgen algunos espontáneos en la sala, hasta que Reyes decide dar el segundo buche al botellín de cerveza depositado en el suelo. "¡Ííííííííínnnn, caaaabrón!" El nota se queda "como un conejo cuando le dan las largas". Petrificao. Yuyu. No sabe si van en serio o de coña, pero sale airoso del trance con sus peculiares rodeos, sus dotes de hombre orquesta y ese aire distraído. La voz de la multitud vuelve en otras ocasiones, un "cabrón coreografiado" que el propio humorista alimenta ya, qué remedio. El público no se regodea; se recrea, que no es lo mismo. "No impongo respeto". Este hombre no conoce los entresijos del cachondeíto gaditano, pero resuelve con la situación con destreza y pura intuición. Hasta ganarse el cielo de Cádiz, el Paraíso si estuviésemos en el Falla. Reyes contesta a un espectador colocado, levanta la Heineken al estilo reloj de arena y concluye con la canción de los hijos de puta, que la gente reconoce y corea. "Nunca os olvidaré", asegura, acaso entre el mal trago de la cervecita y la complicidad final que obtiene entre sus fieles y los que iban por Chiquito. "¿Se os ha hecho corto?", pregunta Reyes. Y un gracioso dice que "no", y el cómico albaceteño, en lugar de sacar la navaja o de arredrarse, se dirige a la luz cegadora en primera persona de "humor inteligente". Memorable.
Marzo 10, Cultura, Diario de Cádiz
domingo, 7 de marzo de 2010
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