martes, 16 de junio de 2009

Año Villegas, entre Cádiz y Ayamonte

Días atrás, como si fuera ayer, medio centenar de paisanos de Enrique Villegas se encajaron en la puerta de su domicilio, frente por frente de la avenida del soterramiento, para rendir homenaje al padre de los Beatles de Cádiz. Paisanos de Ayamonte. Llegaron en bus, con la fresquita, y montaron una improvisada rondalla en el feudo del patriarca del Carnaval gaditanos. Los paisanos gaditanos de Villegas devolverán visita el domingo próximo, día 21, para certificar con su presencia el bautismo de la calle que llevará el nombre y los aires del legendario comparsista. Irán en autocar, en camino inversamente proporcional al olvido y a la justicia divina que otorga laureles y reconoce trayectorias vitales y de las otras, del arte. Villegas, a quien Cádiz le debe una, sabe que va a llorar. Don Enrique parece un tipo duro, acaso del lejano oeste, pero se emociona con facilidad. Lleva varias semanas rumiando el homenaje, en verdad lleva unos cuantos meses soportando el Año Villegas sobre su montaña de humildad y paciencia. Otros viven el Año Vivaldi, Cádiz canta a Villegas, como los cincuenta y pico vecinos de Ayamonte que la otra tarde liaron la pajarraca por Cádiz. "Les dije que se les quitase de la cabeza eso de cantarme de cara al balcón, como si fuesen una tuna, así que los encaminé al bar de mi hijo Salvi, donde cantaron el pasodoble que escribí a Ayamonte. Una vez allí, los llamé uno a uno para mostrarles mi agradecimiento infinito". Villegas acabó "desbaratao".
Figuras señeras del Carnaval gaditano, la tropa familiar que distingue a la estirpe de los Villegas y un montón de amigos formarán parte de la comitiva que viajará a Ayamonte, donde será agasajados por el Ayuntamiento y luego arroparán a don Enrique en el acto central de apertura de la calle y posterior fiesta carnavalesca. Villegas pisará las calles de Ayamonte nuevamente, donde tocó de chiquito con la banda de música, el lugar que asistió a un brusco giro del destino que tornó al chaval Villegas en gaditano y luego en mito viviente del Carnaval. "Hace setenta años", rememora el autor como si fuera ayer. Villegas llegó a Cádiz con dieciséis años, sin tener constancia de que en años posteriores sería amigo y rival de Paco Alba, otro gaditano que no nació en Cádiz, al garete el chovinismo exacerbado. Gitanos errantes, dandys negros, un onubense de Cádiz, un gaditano del mundo que triunfó de primeras y de segundas, como el submarino. Villegas se estrenó con premio, dio la vuelta a España con los Beatles de Cádiz, forjando un tiempo irrepetible, y volvió al hogar, como lo hará el domingo al estilo hijo pródigo de Ayamonte, padre de la fiesta de ida y vuelta, inspirador de popurrís grandiosos y presentaciones sinceras, el tío que se reunió con el mánager de los verdaderos Beatles de Liverpool para acordar un mano a mano que nunca llegó a fructificar. Villegas, el caballero de la mano en el corazón gaditano, el mismo que aparece con cara de bolero en el cartel del concurso del Falla, dedicado a su persona y a su familia. Le deben otra. Villegas no tiene palabras para afear la conducta a nadie, pero Cádiz le debe otra calle, o que calle para siempre. Imaginen, dos calles para una persona tan grande y cabal, ¿quién da más?
La calle Villegas destapará muchos recuerdos de don Enrique, quien no podrá reprimir su emoción cuando el sol y la sal de su tierra den marcha atrás en el tiempo, cuando murió su madre. Él tenía ocho años. Su padre no podía parar en el pueblo, pues sufría la persecución del franquismo por su condición de republicano, por defender la legalidad vigente. Así que el niño Enrique fue criado en la Casa de Cuna, "solo y con la ayuda de mi abuela Angustias", hasta que su padre fue a buscarlo. Villegas ya conocía los secretos del compás. Preparaba su retorno al futuro. Como los amigos y familiares del autor, que se organizan para vivir la excursión del Año Villegas, la procesión que va por dentro, el pasodoble más hermoso del mundo, una tiraíta para no olvidar. "Me van a hacer llorar", avisa. A sus ochenta y seis tacos, con la memoria casi intacta y una forma muy especial de sentir y querer los días, acaso consciente de que lo importante es el camino, Villegas da gracias a la vida.

Junio 09, Cádiz, Diario de Cádiz

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