Rock imposible en la Catedral

Los fantasmas del rock entonan la plegaria del desconsuelo a la vera del silencio. No sonará el rock en la plaza de la Catedral. El Ayuntamiento eligió tal marco incomparable, donde ya tocó el cielo Paco de Lucía, para las noches de postín. Mucho mejor que San Antonio o la plaza de España. Alguien se rasga las vestiduras o no lo quiere comprender, pero los espectáculos junto a la Catedral se anuncian primorosos, lástima que se olviden de nuevo del rock. Porca miseria. El cartel atiende gustos diversos (Joan Manuel Serrat, Mónica Naranjo y Sara Baras), tampoco es pa tirar cohetes, digamos que apuesta sobre seguro. Será un placer inmenso encontrarse con Serrat y su imaginería colectiva, una vez más, y disfrutar del baile de la cañaílla. Lo de Mónica Naranjo compite ya en la categoría de las pesadillas del verano. Un poquito de rocanrol, por Dios. Siempre nos quedarán los garitos, las iniciativas audaces, el blues de la marginalidad, aunque se mantiene vigente la ley del silencio y numerosos locales punteros no pueden programar música en directo, curiosa e indignante paradoja.
Juegan con desventaja los grupos de nuevo cuño, los estilos minoritarios, el rock y todos sus afluentes, que nunca tuvo suerte en Cádiz, pese a contar con una afición fiel, informada, exigente y entusiasta. La música no goza de mala salud en Cádiz, más allá de Carnaval, Flamenco y Capillismo, se pueden citar un par de docenas de nombres de cantantes y bandas de gran categoría.

Los conciertos de la Catedral serán de paganini, al contrario que los festivales de la playa, cuyo cartel está a punto de desvelarse. Sin el Pemán, en tiempos cortitos, de parné y de imaginación, la música al aire libre se resentirá un poco este verano, y no digamos los aficionados al rock, que nuevamente viajarán a lugares remotos, y no tan distantes, para aliviar su sed.