domingo, 25 de enero de 2009

Cara y cruz en la Bahía del fútbol

Hermanos de sangre, barcos de ida y vuelta, del submarino al vapor, de la Bahía al río del olvido. El vecino más querido llega a Carranza con fatiguitas verdaderas, nada de cuentos chinos de bancos trincones que luego no aflojan la manteca. Portuense significa hoy tieso, reventado, orgulloso y sintomático. Viene el Racing cargado de rumores, disparates y moralejas, SOS portuense, del chocolate del loro a víctima del ladrillazo. El Cádiz, altanero y ojeroso, tendría que ayudar a sus hermanos portuense e isleño, que tantos problemas económicos están a pique de un repique. Pero una cosa es ayudar y otra, regalar. Por El Puerto crre esta semana el rumor, la fantasía en do mayor, dice que el Cádiz se dejará ganar. donará los tres puntos como si fuera sangre urgente y necesaria. Cambie puntos por parné, no se crea de la misma ni cuarto y mitad y ponga las tonterías a remojo. La crisis salpica al fútbol, como no podía ser menos, y además en El Puerto deja un reguero de pólvora extraña, pólvora privada y pólvora pública, palabritas estudiadas por el fiscal y mequetrefes entre Valdelagrana, el infierno, la plaza de las Galeras Reales y el hotel California. Para el Cádiz, El Puerto es su hotel California.
Muchos jugadores del Submarino viven en El Puerto, a cuerpo de rey, con vistas al mar y a un solo golpe de vista. El lugar de residencia de los futbolistas ha formado parte del debate en ciertas ocasiones, ya se habló el pasado año, tras el fiasco de Baldasano, que aquellos señoritos del balón vivían demasiado bien, demasiado lejos de la calle, tan cerca como distantes de la realidad. Jóvenes peloteros de vida errante paraban mayormente en la costa oeste portuense, con su pedazo de chalet, cochazo cuatro por cuatro, mujer joven, hijos pequeños y caprichos de talonario. En verdad, no sólo viven en El Puerto los jugadores millonarios de hoy en día, también vive la alcaldesa y mucha gente más. De ahí quizá la importancia del puente sobre el río Guay, vapores, catamaranes, días en vela, tardes de toros, noches de garabatillo y la Liga por delante. El Puerto, quién se acuerda, vivió escenas de pasión del mismísimo Mágico González y sus secuaces, el salvadoreño hasta se vistió de torero en la centenaria plaza portuense.
Esta temporada, año cortito con sifón ideal para aprender lecciones, todavía abundan los jugadores residentes en El Puerto, no vamos a señalar porque está feo y es de mala educación, pero atrás quedan los tiempos en que la directiva cadista prohibía tajantemente vivir más allá de Cortadura. Había que sentir los colores a fuego vivo, y salir a la calle a enfrentarse con la realidad, palpar el ambiente y motivarse cada día, nada de recluirse en palacios de cristal, como prejubilados al sol del pasado porvenir. Jóvenes privilegiados del coche a la casa, de la casa al centro comercial.
En El Puerto, por celebrar, se celebró el último ascenso a Primera del Cádiz, tras la gloriosa tarde de Chapín, fue en un faro gastronómico. No un en lugar donde relajar cuerpos y mentes, que los peloteros no visitan esos centros culturales, ni tampoco los casinos. Por cierto, don Luis Aragonés, que posee casa en El Puerto, conoce al dedillo las ruletas y los naipes portuenses. Una tarde cuaqluiera, en un quiosco de esos que despachan de todo menos prisas, encontró Aragonés a un aficionado al balón envenenado, que le espetó del tirón: ¿Es usted don Luis Aragonés? El tiepo contestó que no y ahí acabó la conversación. Las cosas hay que darlas por hechas.
En El Puerto se guardan también algunos de los secretos peor guardados de la historia reciente cadista, que le pregunten a cierto concejal portuense por las auditorías que encargó Baldasano antes de adquirir el Submarino y luego dar la espantá de mala manera. En el Ayuntamiento, precisamente, trabaja el hermano pequeño de Baldasano, gran futbolista por cierto, que tan mal lo pasó y lo está pasando tras el fiasco consabido. Y en el Ayuntamiento trabaja, pero no como funcionario sino elegido democráticamente, un concejal popular que sabe de números, que sabe tela del Cádiz, que no suelta prenda, que dio marcha atrás en sus "infórmenes", que si un día hablase temblaría la faz de la tierra. Un tupido velo. Ahora que la cosa se ha puesto tan bíblica en el mundo entero convendría recordar que uno de los peores malandrines de toda esta historia, que se marchó de rositas, fue Moisés Israel. Con esos nombres y apellidos, con esas hechuras y modales, nada bueno bajo el sol, más bien lo contrario: guerras, invasiones y negocios sucios. Dicen que Baldasano se arrepentirá toda la vida de haber contratado al tal Israel, que entró en Cádiz como su país homónimo en Palestina. Sin preguntar.
De El Puerto a Cai viajan sobre la plata quieta comparsas de tronío, mariscadores de sensaciones y jugadores de fútbol. Más que plegarse al interesado y loco rumor, la victoria regalada en Carranza, como si el Submarino tuviese algo que obsequiar, éste podría ser más generoso en otros aspectos. Los próximos rivales en Carranza, Portuense y San Fernando, se juegan la vida en los bancos, en los despachos, y necesitan ayuda a la voz de ya, no sólo solidaridad, sino gestiones y billetes. Cariños y verdades. El Vapor se encuentra estos días en el varadero, sujeto a labores de mantenimiento y mimos artesanales. Si ha sobrevivido el Vapor a guerras mundiales, crisis de toda índole, vientos idiotas y golpes de mar, hay motivos para caminar sobre el mar.
Derbis provinciales con el Carnaval como telón de fondo. Porfías a tutiplén, penalidades agridulces, jugadores históricos en la mente de todos (Montero, Carmelo, Acedo ...), los toruños a pie de fútbol, de la venta El Macka al Río Saja, de Vistahermosa a Bahíablanca, del sol que más calienta al relente inconsecuente.

Enero 09, Deportes, Diario de Cádiz

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