Cuando una chirigota se pone seria hay que echarse a temblar. El concurso mundial de coplas, cruel y hermoso a la vez, puede silenciar una copla fugaz escrita con talento y audacia o elevar a los altares de la eternidad local a una patochá. Se pierden en el aire y en las ondas algunas letras de categoría, o al menos con suficiente interés como para no mandarlas al cajón del olvido, a veces porque parece imposible mantener la atención en tamaño maratón y otras porque sus autores carecen de nombre. También merecen un lugar quienes acuden al concurso a pasarlo bien, a aprender sin ánimo de trascender, como los cibernéticos, pero habría que expulsar del paraíso, a cosquis, a quienes celebran misas de Carnaval, no por respeto a la Iglesia, sino por respeto al Carnaval, o los incoherentes. Quedaría poca gente. Teleteo, por ejemplo, denuncia a las webs de internés que copian y pegan sus retransmisiones, aducen sus derechos, sus propiedades, las de todos, mientras los esclavos del top manta tiran los precios por los suelos del centro, con total impunidad, atentando contra los derechos y las propiedades de los músicos hispanos. ¿En qué quedamos?
Letras serias y contundentes de chirigotas. Los mariquitas del ropero, tildados de anormales por los biempensantes, ponen el dedo en la llaga de los machotes que hacen fotos a menores, abusan de chiquillos, revientan a sus mujeres o relajan el cuerpo y la mente en lugares donde se practica la trata de blancas y negras. "Yo no salgo del ropero, afuera hay más mariconas malas, malas de verdad". Quebrando falsos mitos y leyendas gaditanas, la chirigota, que luego sabe virar al cachondeo puro y duro, se hace eco de la fama de flojos, graciosos, juerguistas o falsos que tienen los gaditanos en determinados círculos redondos. El acento, el payaso cuentachistes, la preocupación por agradar mientras la Humanidad no les echa cuenta. "Debajo del traje de bufón el gaditano las pasa putas", remarcan, no sin antes acuñar que "peor es morir riendo que vivir como un cabrón". En fin. La ciudad que sonríe, en ocasiones, también gusta de hacer un poco el sieso. Si eso.
La sangre se dispara, la chirigota de los primerizos de Santander y Aragón, autores tan dispares geográficamente, también pronuncia palabras gruesas y graves, se lamenta de que un pueblo idiota viva de milagro mientras otros se asignan sueldos millonarios desde su despacho, lanzan tiritos a políticos y empresarios, pintan un cuadro desolador con motivo de la crisis, no en vano Manolito pertenece al club de Delphi, si te he visto no me acuerdo, y se acuerda de las castas de quien se le ponga por delante. Eso sí, tiene tiempo para entonar un emocionado "te quiero" a la Tacita plateada, que ya se estaba poniendo celoso. Ay, el amor. Un cantautor eléctrico argentino muy brillante y original, llamado Sergio Makaroff, compañero de andanza de los recordados Tequila, define el amor con una gracia, o acaso retranca, descomunal. "Reivindico la esclavitud, no me interesa la libertad". Qué bonito, hijo, sería un lema ideal para el 2012. Doble o triple sentido desde Barcelona. En otra de sus coplas recientes, el peculiar rockero arma una pieza repleta de esdrújulas, canto noctámbulo y divertido, y se refiere a su novieta afirmando que, cuando sale con ella por ahí y se pimplan algunos vasos, ella se pone eufórica "como pelotita de ping pong". La taquicardia del querer. Las letras con sangre entran. El amor no tanto, pero el Carnaval es una cosa muy seria.
Enero 09, Carnaval, Diario de Cádiz
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