lunes, 19 de enero de 2009

Entre pitos y flautas

En Cádiz se celebra la victoria, el empate y la derrota. Ayer, mismamente, pasó el público amarillo del mosqueo gordo al alivio tibio, en la fiesta del sufrimiento callejero. Entre pitos y flautas, pelotazo viñero del 81. El Submarino evitó a última hora otra silbatina, aunque nunca se sabe. Tú sabes. Aquí lo mismo se aplaude un fiasco que se abronca algo agridulce. La gente viene ya avisá y no traga ni una. El cuerpecito erizao, ostras Pedrín. Ya estamos liados otra vez. Carnaval infinito, de la calle al Falla, del Portuense al San Fernando en unas semanas, derbis comparsistas y chirigoteros. Hasta hace poco, sólo el cuarteto estaba en crisis. La venganza se sirve el plato frío, la desazón, en un túper recalentado. Domingo de radio y actos astronómicos en el planeta gaditano que se alimenta de capillismo, futbolitis y coplas rimadas. Tres en uno, para padecer en condiciones. Sacando partido a erizos y ostiones.
Ahora que se rasgan las vestiduras con cuatro pitos y algún cabreo en do mayor, en el templo esdrújulo de Carranza, conviene recordar que, antes de convertirse en Submarino intocable y también sociedad anónima gaditana, la afición del Cádiz no perdonaba dos seguidas, exigía el cielo, sabía tela de fútbol y además leía y escuchaba a la canallesca del balón envenenado. El Diario y la radio, desde Perea hasta Pedreño, marcaban pautas, ponían en solfa al más pintado, desde Irigoyen a Mágico, y daban hasta miedo, por así decirlo. Del mismo modo, cierto publiquito de entonces marcaba estrechamente a los suyos, silbaba a las segundas de cambio, contaba con jugadores mimados y jugadores que, hicieran lo que hicieran, eran crucificados, para más inri. Extraordinarios peloteros siempre en entredicho, como el genial Mané, y entrenadores en el ojo del huracán, caso del impar David Vidal, por no hablar de presidentes que sufrían pesadillas a menudo. Hoy, por cuatro silbidos, cunde el pánico, No hay memoria.
Tres o cuatro muestras del peligro que tenía la afición amarilla cuando aún no se había convertido en religión y/o opio del pueblo. El último batacazo a Tercera se produjo en el 69, con perdón, precisamente el año en que se disputaba el torneo de Segunda en un mismo grupo y cuando el Villarreal adoptó el apelativo de Submarino merced a un ascenso y a la copla de los Beatles ... de Liverpool. Los de Cádiz, made in Villegas, daban la vuelta al mundo, pero no marcaban goles. Ese año abundaron las broncas en Carranza, el Cádiz perdía la categoría recobrada en el 55 y el Sevilla triunfaba 1-4. Años después, en la temporada 75-76, los clanes internos en la plantilla, que por cierto era magnífica, y derrotas en casa ante Burgos o Tarrasa ponían al personal de los nervios y buscaban la ruína al presidente Vicente Alonso, gran superviviente, junto a Gutiérrez Trueba y Márquez Veiga, entre los tres cimentaron el ascenso a Primera que consumó el inefable De Diego. Pausa para respirar.
No debe olvidarse el año en que Mágico vivió peligrosamente, en la frontera del año 90, cuando la afición se partió en dos por mor de los caprichos del salvadoreño, las cosas raras de Vidal y el descontrol por bandera. Meses después se hizo el milagro, tú sabes.
Escuchando de reojo a los locos locutores desde Granada, mientras en Cádiz aparcaban de refilón sendos autobuses alpujarreños para vivir ostionadas y erizadas, la gente puso en segundo plano las nuevas letras del año, salvo dignos casos de mención, y practicó la cara de póker, del uno a cero al uno a dos. el mítico Juan José con su hermano flamante antifaz de oro, el eterno brigada Juan Sin Frío, por supuesto en camiseta, cruzaban la ciudad de costa a costa. Los Jiménez Collar se recogieron pronto para escuchar en casa el partido y ver el hurto a la roteña del Madrid al Osasuna. La Viña era un botellón ya en las últimas cuando Manu Barreiro fallaba un gol cantado, ¡alto, mal, fuera!, pero un grito sordo ahogó la resunta angustia con el tanto salvador, al compás del tres por cuatro igual a doce. Camino del Doce recuérdese también que una afición muy semejante a la gaditana, la del Atlético de Madrid, tan fiel como implacable, despidió a sus jugadores a huevazo limpio cuando bajaron a Segunda y este año, pese a figurar en los primeros puestos, critica con dureza al entrenador y a determinados jugadores. Vidas casi paralelas. En Cádiz no se atribula al míster, que tiene la Gracia en el banquillo, pero hay futbolistas, como Enrique, que ya conocen los gajes del esquizofútbol. Mansilla también, pero el hombre exagera cuando habla de críticas feroces: nadie le ha contado lo que se largaba aquí el siglo pasado. Hoy todo va cuadriculao, mira la carita de Muñoz, que le van a terminar el estadio como premio a bajar al Cádiz al Pozo de las lamentaciones. Es broma, claro.
En una esquina de La Viña, Yélamo chico saca en la Primera, España Directo, a un gachó con un pito descomunal, orgulloso de la bajundad cadista y con el ritmo en las venas. El hombre se fue poniendo amarillo hasta que estalló una victoria tan justa como necesaria. A la gente le pilló en la calle, entre pitos y flautas. Hubo personas que cogieron más de tres puntos. Y otros que todavían andan de vareta o sufren los efectos de la crisis por mor de la "gastoentertis". Más lideres que nunca, cabeza de ratón, qué manera más divertida de sufrir.

Enero 09, Deportes, Diario de Cádiz

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