miércoles, 19 de marzo de 2008
La Liga es sueño
Dos décadas atrás, los clubes que sirven de ejemplo para la humanidad futbolística en apuros, aquellos que sueñan despiertos con mejorar su condición y retornar a viejos laureles, estaban en Tercera. El Submarino Amarillo vivía épocas doradas, Espárago se aprestaba a firmar la mejor temporada del Cádiz en Primera, mientras las revelaciones del futuro se arrastraban por campos infernales. Eso dicen. Getafe y Villarreal, el mundo al revés, se miran en el espejo del éxito. Al tiempo, otros, los envidiosos, juntan las piezas, enumeran los platos rotos, echan cuentas y no salen. Imposible practicar la matemática automática en fútbol. Basta con echar un vistazo a las tablas clasificatorias de los últimos cuarenta años para conocer días de vino y rosas o navegar por aguas turbulentas. No hay una ciencia redonda que garantice el pelotazo, aunque convivan factores indispensables, y no sólo la diosa Fortuna, ¿ehin?, que llevamos siglos esperando que tres por cuatro sean doce. Oh, no, el Doce. Tres por cuatro suman lo que sea, salga el sol por donde fuera, fuera malos farios, vámonos que nos vamos pa Las Palmas del tirón, pedazo de puente de Chemana Chanta. Pronúnciese en condiciones, estilo canario. Allí, en las Islas más o menos Desafortunadas, el Cádiz acabará crucificao o resucitao, ya se barruntan las crónicas, los topicazos, el transistor pegado al pabellón auditivo y las palabras altisonantes. Otro año tirao, comentarán los derrotistas. Échale más alpiste al canario, María. Dicho de otro modo, échale más maría al canario, qué despiste. Habrá que preguntar a la señora de la maría de los ruiseñores cómo se trae uno tres puntos de Canarias.
Para convertirse en un Getafe o un Villarreal, además de mucha moral hace falta cuidar el mínimo detalle, no desfallecer a la segunda de cambio ni tirar por tierra el trabajo de los de antes con tal de ponerte tú delante. Por supuesto, para transformarse, por arte de birlibirloque, en un Villarreal o un Getafe es necesario que nadie pegue la espantá en verano, que el sucesor del predecesor del antecesor no escatime esfuerzos ni leuros en lo que es la temporada, que no se trabaje mayormente lo que es el absurdo en despachos y mentideros, que haya estabilidad, una planificación de categoría, un entrenador de primer orden y la afición. De hinchada, perfecto. Lo demás, manifiestamente mejorable. Ah, y hace falta dinero, parné, machacantes, y que la gente se lo crea. Pero no que se lo tenga creído, que es una cosa horrorosa que se da en los bares los lunes, miércoles y viernes por la tarde, sino en los entrenamientos y en la encarnizada lucha semanal. Por ejemplo, Gustavo López hablaba el otro día de "carrera por el ascenso". Para saber si el Cádiz va bien o va mal, obsérvese la cara de Gustavo López los domingos por la tarde. No falla. El argentino, como buen argentino, sale a ganar siempre, para él no existen los amistosos, y mira siempre hacia el siguiente partido. Buenaventura los arenga entre la cruda realidad y el deseo voraz. Otra cosa es el aficionado medio que un día se ve en la Champions League y al día siguiente en la miseria, a medio camino entre los delirios de grandeza y el complejo de inferioridad.
Por ahí andan los estadísticos analizando la trayectoria de Getafe y Villarreal. Por cierto, en el equipo madrileño jugaron, y de categoría, cuando eran muy jovencitos, los hermanos menores de Baldasano. El innombrable. Veamos: el Getafe militaba en Tercera cuando su próximo rival europeo, el Bayern de Munich, se alzaba con tres títulos consecutivos europeos. Mediados de los años setenta. El Cádiz forjaba poco a poco el primer ascenso a Primera, acaso con una de las mejores plantillas de su historia. Mucha "culpa" de aquello tuvieron Gutiérrez Trueba, Vicente Alonso y, por supuesto, el peculiar Manuel de Diego.
Aunque haya personas humanas que piensen que para ser feliz en la Liga española hay que echarle jeta, cosa que desde el verano vienen haciendo los mandamases y mandamenosos amarillos, conviene fijarse en la letra pequeña. El Getafe, mira tú por dónde, se bandeó por los estadios de Segunda B en los años noventa, de modo intermitente, y salió del Pozo sólo hace seis años, el año 2002, el año del soterramiento. Por su parte, el Villarreal, hermano de colores, hechuras y procelosas aguas porcelanosas, también pisó los campos de Tercera en los años noventa, grandes curas de humildad, hasta que el poderoso caballero, la suerte y el trabajo desembocaron en el actual Submarino levantino, tercero en la tabla, capaz de ganar los dos partidos de Liga al Barsa y de defender su tronío en Europa a pesar de las lesiones. No hay un manual de instrucciones, pero para ser Villarreal o Getafe se necesita arrojo, saber arriesgar en el momento oportuno. Y en Cádiz el momento oportuno pasó de largo, ya volverá, pero pasó de largo cuando el club se dejó ir en Primera, dejó ir a Espárrago, se dejó caer un rato y hasta hoy, Mostovoi. No es que hubiera que arrojarse la casa por la ventana para convertirse en nuevo rico, es que con un par de detalles el Submarino continuaría en Primera. Mejor dejarlo.
Tampoco es que la suerte esté tocando cada tarde la puerta amarilla, lo de Armando pasa de castaño oscuro. El hombre se pasa todo el año en el banquillo, tras una década en amarillo, y cuando el club de sus sueños llama al guardameta, ocurre lo que ocurre. Porca miseria.
En cambio, de Castellón tuvo que llegar el ansiolítico del domingo, Natalio pelopincho, personaje de historieta gráfica que también sueña despierto, le preguntan por Primera y dice que sí, que quiere jugar en Primera. No, espérate. Entonan ya el "Natalio, quédate", huérfana como anda la gente de ídolos, que los ídolos se han ido por la puerta chica del caprichito andaluz. Y el marrón, pa Calderón, a quien se la están dando mortal. Donde hay confianza hay asco.
El año en que Getafe y Villarreal transitaban por la mala senda de Tercera, el Cádiz de Juan José, el mismo Calderón de la vida cadista es sueño, Linares, Barla, Dieguito, Montero, Mágico y Jose disputaba la célebre liguilla de la muerte que Irigoyen se sacó de la manga. Para los olvidadizos: al Cádiz le endosaron cinco en Las Palmas, Mágico firmó la maravillosa tarde del triplete ante el Rácing, y el Submarino cayó en Copa ante el Madrid.
De memoria mejor ni hablar. Los marineros de agua dulce no caen en la cuenta de que todo pasa, nada queda. Ya queda menos para que el Cádiz se encuentre mejorcito de lo suyo. Moraleja: A dos pasos de la gloria, a tres pasos de la miseria ¿En qué quedamos? Cosas del esquizofútbol.
Marzo 08, Submarino Amarillo (Diario de Cádiz)
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