Siempre siguió la misma dirección, la díficil, la que usa el salmón. Andrés Calamaro, el incontinente, el excesivo, cuarta hoja del trébol mágico de músicos argentinos (junto a Spinetta, García y Páez), actúa esta noche en Jerez, casi quince años después de compartir cartel, al frente de Los Rodríguez, con Joaquín Sabina. Cádiz se quedó sin Sabina, sin Bunbury, sin Calamaro, para su festival de libertad de impresión, pero su vecina de la frontera le ganó la mano con Calamaro. Parque de la Feria, junto a Iván Ferreiro y Rebeca Jiménez. Calamaro, siempre en contramano, trae su particular caja negra: a ver quién se atreve a editar seis discos y dos deuvedés, 109 temas en tiempos de crisis y de miedo al terror. Sólo Calamaro, que llega en plena madurez, alejado de las drogas duras, casado y con una hija preadolescente de dos años, pero impenitente eléctrico y peligroso metafórico. Todo puede suceder.
Con el mini bar abierto, y cerrado el corazón, Calamaro inicia esta noche su gira hispanoamericana (España, México, Argentina), quiebra su enésimo silencio, cumple con el rito rocanrolero de volver a la carretera y se muestra recopilado, como uno de los artistas más grandes de lengua hispana, estudiado ya por los estudiosos, querido por medio planeta, odiado por los odiosos. Diez años después de su "Honestidad brutal", grandioso disco doble, y de su participación en la gira española de Bob Dylan, otro que tal baila y que regresa estos días con un inmenso álbum, el músico argentino toca en la provincia por tercera vez, primera en solitario, acaso para que crezca la leyenda de otro modo. En contraflecha. Calamaro ya no va como una moto, pasaron las noches sin fin, frenó justo a tiempo. Su carrera habla por sí sola y retrata al personaje, león del 61 que debutó con diecisiete años en el grupo bonaerense Raíces por mediación del gran Sergio Makaroff, instalado desde hace décadas en Barcelona, quien por cierto graba estos días sus nuevas canciones, siempre libres e inspiradas. Calamaro ha pulsado su teclado, y abierto la boca, con casi todos los grandes de su país. Que nadie olvide que los argentinos "inventaron" el rock en castellano hace medio siglo, corresponde a ellos el mérito de ensamblar lenguajes aparentemente remotos. Calamaro estuvo a punto de ingresar en Soda Stéreo, banda clave de los años ochenta. pero aceptó la oferta del recordado Miguel Abuelo y pasó años de aprendizaje y aventuras en los Abuelos de la Nada, que llegaron a registrar uno de sus álbumes en Ibiza. Estos días, casualmente, el donostiarra Álex Ubago presenta una versión de "Mil horas" que parece que ha gustado mucho a Calamaro. Andrés fue fichado en los ochenta por el impar y controvertido Charly García, acaso el más grande junto a Spinetta. Calamaro y Fito Páez se alternaron durante meses en los teclados, en la banda de García, hasta que se independizó con discos de diversa intención y, ya en los noventa, viajó a España tentado por Ariel Rot, ahí nacieron los sensacionales Rodríguez, padres del rock latino, que triunfaron hasta mediados de década en ambas orillas. Calamaro emprendió nuevas historias con la seguridad del escrito de canciones tocado por la varita de la genialidad inabarcable, firmó discos gloriosos como Alta Suciedad y Honestidad Brutal, hasta caer en la oscuridad y el silencio de meses de encierro y ansiedad, productividad febril que le llevó a publicar los cinco discos de El Salmón, la locura creativa más celebrada por la afición hispanoamericana. Más silencio, más Calamaros de clausura, Calamaros fritos, Calamaros sin su tinta, hasta que se produjo el regreso del cantante en 2004. Discos irregulares, tangos en tinta roja, pop edulcorado, alegría de vivir, flores y lenguas populares, colaboraciones más o menos acertadas con otros artistas como Fito y los Fitipaldis, o el pionero Litto Nebbia, jalonan los últimos pasajes de la trayectoria fluctuante del argentino. Un tipo de interés internacional que nunca deja indiferente. Capaz de callar para casi siempre o de conceder cientos de entrevistas infinitas donde juega con las palabras y los ritmos vitales. Hiperbólico y surreal, Calamaro lo mismo regala canciones por internet que se aúpa en los primeros puestos de ventas con una caja de seis discos. Extraordinaria compilación, una década de talento sobrenatural y canciones que pertenecen a todos y a nadie, banda sonora de la vida y de la muerte, el cancionero de Calamaro para el mundo.
Siempre en dirección contraria, Calamaro no olvida su condición. En una entrevista reciente publicada en su blog, señala: "Soy de izquierdas. Me río de los que dicen que no podés ser de izquierdas y tener una vida agradable. Típicos comentarios de bloggers y de fachobooks. La gente ya no lee diarios, y se informa de la nada, pero opina de todo". Todo o nada, esta noche en Jerez.
Mayo 09, Cultura, Diario de Cádiz
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2 comentarios:
illo... y hoy en New York homenaje a Pete Seeger, con una lista tremenda de invitados, entre los que se encuentra Silvio Rodriguez.
Sí, Ignacioooo, lo escribí en un texto que aún no ha salido, pero no sabía que estuviera Silvio por allí, tremendo ... no está Dylan, a quien Seeger casi le arranca los cables de la luz cuando electrificó su música en Newport, pero están los más grandes ... aquí, como la música sólo vale para operaciones triunfales, cotilleos o pamplinas, no nos enteramos de ná. Abrazos !!
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