A ver si nos aclaramos. Los colchones tienen memoria, los sueños parecen infinitos. Amnesia insomne, suena a grupete chungo de mediados de los ochenta, chunda chunda postmoderno, letras ininteligibles y cantante ambiguo con flequillo rebelde y menos gracia que qué. Hoy en día, el nota trabaja en una asesoría financiera con vistas al desastre absoluto.
viernes, 8 de mayo de 2009
Memoria dormida
Colchoneros con memoria. Sonrisa viscoelástica. Sombras de la China. Las manos en la cabeza. Bailes de salón. Espaldas mojadas. Huellas digitales. Recuerdos del mañana. Ambas almohadas levantan el ánimo, sirven de apoyo moral, se adhieren a los pensamientos que se deslizan cuesta arriba, no sin esfuerzo, hacia el final de día, escaleras hacia el cielo, ascensores pal infierno. Raquítica memoria humana, inmensa memoria adormecida por las olas, mira tú qué paradoja, el que la coja pa él. ¿Para qué interpretar los sueños? ¿Por qué nos empeñamos en traducir palabras, imágenes, gestos, a nuestra capricho? Los cuerpos, como las palabras, se acuestan con unas hechuras y amanecen de aquella manera, basta con seguir los pasos de la noche, las vueltas, los silencios, las aventuras interrumpidas por un golpe de sonido, el agua, los cosquis que da la vida, la música que persigue a la gente por las nubes, los campos abiertos, las playas desnudas, los monstruos, los dulces, el sol, el pan y todo lo demás.
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