Una noche, en el corazón de Nueva York, tras una actuación enmarcada en el "Chicuco Tour", a Sergio Monroy se le acercó el saxofonista, compositor y arreglista Tim Ries, director de la sección de vientos de los Rolling Stones, y lo invitó a Filadelfia. Dicho y hecho. El pianista gaditano y su troupe aceptaron el desafío y enfilaron en su furgoneta hacia el siguiente destino de su gira americana. Monroy y su cuarteto dieron la campanada en Filadelfia, lo mismo que a lo largo y ancho de su periplo, las aventuras de un chicuco por el mundo antes de presentar su nuevo disco en su Cádiz natal. Sergio trae historias para contar e ideas sugerentes para tocar. En México, un prestigioso crítico denominó al artista como "una joven leyenda del flamenco", curioso contraste, todo un piropo para el músico que ya protagoniza el relevo generacional a medio camino entre la música de su tierra, el jazz y los ritmos globales. Música abierta al mundo en constante ebullición. Un proyecto arriesgado que no casa con la rigidez de los talibanes del flamenco y del jazz, que haberlos haylos, y sin embargo emparenta con la tolerancia, la creatividad y la amplitud de miras. Esta noche en en el Castillo de Santa Catalina, el reecuentro de Monroy con su padre el chicuco, el célebre dueño de la taberna del Ocho, entre las calles Hércules y Navas, y con los recuerdos ultramarinos, tributo a los ausentes y cariño a los queridos y por querer.
Sergio Monroy, que en septiembre participará como ponente en un seminario de piano flamenco en La Merced, y en octubre retomará su gira mexicana tras los sonados triunfos allende los mares, viene con septeto, y con muchos kilómetros recorridos. Ha aparecido en destacados programas radiofónicos y televisivos de México, ante millones de espectadores, y cosechado críticas elogiosas en prestigiosos medios estadounidenses. Sergio cree que el público americano ha entendido su música con más claridad y menos prejuicios que ciertos sectores de su tierra. Con otra mentalidad. La suerte de fusión a la que el pianista consagra su actual estado artístico ha encantado en los Estados Unidos, pese a que Monroy no pertenece a ningún bando: no es flamenco, ni jazzista, pero juega con ambos lenguajes con magia y precisión. Respeta y se hace respetar, pero no encaja en etiquetas al uso. Quizá por ello ahora, tras sus aventuras americanas, crezca de otro modo en el sur del sur. Tal vez dentro de unos años, cuando gobierne medio mundo musical sin fronteras, como hace ahora su paisano Chano Domínguez, todos digan que estuvieron ahí, cuando se bautizó en la Lechera a la vera de Miguel Poveda o cuando se forjaba un nombre en la compañía de baile de María Serrano. Hoy por hoy, Sergio Monroy suena en norteamérica como abanderado del "new flamenco sound", como el citado Chano Domínguez, aunque ambos han seguido caminos opuestos: Sergio del flamenco al jazz y Chano del jazz y el rock al flamenco. Con la luz de Cádiz como eje central y faro de inspiración. El niño que debutó en el Mentidero dando en la tecla del arte accidental, vuelve de las Américas de hacer un mandao. Del Kentucky Center al Castillo de Santa Catalina.
Julio 09, Verano, Diario de Cádiz
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