domingo, 1 de febrero de 2009

Bienvenidos al Año Villegas

Por ahí celebran las ciudades finas magnos acontecimientos tales como el Año Mozart, el Año Haydn, el Año Vivaldi. Tres notas muy musicales. En Cádiz este año se conmemora el Año Villegas. Y don Enrique retorna a la senda de las coplas sencillas y elegantes en busca de un aplauso sincero. Como el superabuelo que pasea sus sueños de la infancia merced a la chirigota de Manolín, que comparte función en el rincón de la memoria intergeneracional del Falla, don Enrique Villegas vuelve a entrar en Cádiz como un chaval de los años cuarenta. "Si te quería antes también te quero ahora". Palabra de Villegas. Presentación: "Con ese aire andaluz, un pedacito de Sur ..." Eternamente joven, escudriña entre sus años mozos en el "armario del tiempo". No se trata de un recurso literario, es que Villegas guarda su historia carnavalesca y vital en un armario de su despacho con vistas a la avenida del soterramiento, y de ahí "al paraíso de siempre volver" media un golpe de luz, un platillazo, dos requiebros y la mirada limpia y profunda del legendario autor que un día vino de Ayamonte para levantar una estirpe de gaditanos cabales. Se le entiende todo, a Villegas se le entienden hasta los silencios.
Unos cuantos "te quiero", concretamente tres para rematar la confesión primera, retratan al personaje, la persona de pelo blanco, aparentemente imperturbable, tan seria como traviesa, que hace cantar a los suyos, a sus hijos, nietos y biznietos, en torno al hombre del saco, el ubicuo e intimidatorio peligro de la noche lunera, que de la nana insomne pasa a ocupar portadas de diarios y pone en vilo a familias enteras. Sin mentar sus fechorías (secuestros, homcidios, historias reales con nombres propios de mujer chica), Villegas llama tres veces cobarde al hombre del saco roto del actual mundo enfermo. Y en otra vuelta de tuerca al tiempo, maestro del cambio de humor de un repertorio completo, de una vida dedicada en letra y alma a la fiesta, le da cuerda al cochecito lerén en el estribillo luminoso, donde el mundo da vueltas, se pone del revés y empieza de nuevo, como las mañanas nuevas. Volver, Villegas vuelve con el tango porteño a las dos y pico de la mañana, recuerda como si fuera ayer los bailes de los sesenta, la paz y la liberación, las noches del Cortijo Los Rosales, el miedo de un niño, el tiempo que es como un aeroplano, la eternidad, el amor infinito, la pasión por Cádiz. "Acuérdate, Cái, de lo que te he querido". "Antes de que el viento se lleve mi corazón, hoy paseo por el tiempo". Grande, Villegas. Sin falsos protagonismos, ni rencores, Villegas por siempre.
En noche tan especial no podían faltar sucesos extraordinarios y ordinarios, de los que siempre gustó cantar el Villegas profundo y el Villegas inocente, elegante en suma, de pasodobes, cuplés y popurrís de película. La noche que volvió Villegas presenció también otro paseo triunfal, el de los superabuelos chirigoteros, gran canto el suyo a la igualdad, y alguna que otra derrota del buen gusto, pa qué nos vamos a engañar. Mención honorífica para el surrealismo ridículo del pasodoble tó lleno de vocales que entonaron unos gachós o los cupleses bordes de otros. Por cierto, en Murcia también cantan a las suegras, ¿será que el mundo no se creó en Cádiz o que tó se pega?

Febrero 09, Carnaval, Diario de Cádiz

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